jueves, 29 de septiembre de 2016

Evolución de la imagen

Pintura rupestre: bisonte de la cueva de Altamira

Pintura egipcia


Pinturas griegas sobre cerámica

Mosaico romano

Imagen central de la bóveda de la Capilla Sixtina, por Miguel Ángel

La Virgen de la leche con donante, por Bartomeu Baró

La Gioconda, por Leonardo da Vinci

Salomé con la cabeza del Bautista, por Carlo Dolci

Las meninas, por Diego Velázquez

Primera fotografía tomada

La noche estrellada, por Vincent van Gogh

El durmiente con los postigos cerrados, por Pablo Picasso

Al principio, la imagen consistía en una pequeña representación de la realidad, cuyo fin podría tener fines religiosos o espirituales. Los bisontes de la cueva de Altamira, por ejemplo, se cree que fueron pintados con la intención de hacer abundante la caza (de ahí su realismo y el especial cuidado que se les puso.)

La imagen seguía describiendo la realidad varios siglos después, a la que se le añadió la figura del ser humano más detallado. Éste era representado sin ningún tipo de volumen, a través de una anatomía muy simple, llegando a ser excéntrica e imposible algunas veces. La técnica mejoró progresivamente hasta, además de representar a mujeres y hombres realizando acciones cotidianas, intentar añadir una vaga profundidad sin mucho éxito.

No fue hasta la Edad Media cuando las técnicas mejoraron notablemente y las obras adquirieron un gran poso religioso, y en el Renacimiento se comenzó a representar al hombre fornido como ideal de belleza e interactuando mayoritariamente con Dios, aunque las pinturas carecían de fondo. Con todo, cuando lo adquirieron, los pintores comenzaron a usar un punto de fuga al que convergían todas las líneas, creando así una panorámica que se asemejaba lo máximo posible a la vista humana (perspectiva cónica).

Prosiguiendo al Renacimiento y dentro del barroco, surgió el dramatismo barroco, que se caracterizó por dominar tanto la anatomía como la perspectiva, el difuminado y las composiciones de claroscuro. Las obras de este movimiento poseían fondos oscurísimos y personajes que parecían irradiar luz propia.

Después de esto, apareció la fotografía, y la pintura se convirtió en un añadido a la “representación de la realidad”. Los pintores la utilizaban como una herramienta para mezclar el mundo real con el onírico (o representar solo este último). Por eso, Picasso utilizaba el cubismo para representar estados de ánimo y realidades sociales en vez de acciones cotidianas.